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LIMBO

LA INOCENCIA DEL VINCULO

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PAULA RAMIS SEMPERE

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Los vínculos entre personas como espacios íntimos, dimensiones en las que puentes constructivos, sustentados por diversas redes afectivas, se ven condicionados por nuestra infancia y la relación paterno/materno-filial. 

Además de sostener la inocencia de los primeros instintos afectivos, y condenar a un sistema que obstaculiza el crecimiento emocional de la especie.

 

El concepto del vínculo como un puente que se construye entre dos personas contiene como elemento esencial base los afectos y el apego. El psicoanalista británico John Bowlby, en su teoría del Apego (enriquecida más tarde por otros autores) habla de cómo el vínculo que se genera en la infancia (de los 0 meses hasta el inicio de la adolescencia -en esta comienza el desapego- siendo cruciales los primeros tres años) con uno de nuestros cuidadores, bajo una función de mera supervivencia y la necesidad de un soporte protector en la niñez, y su gestión -sobretodo por parte del cuidador- influye de forma inconsciente e instintiva, en el desarrollo de la personalidad y, en muchos casos, en el origen de psicopatologías. Por tanto, influyente también en la base afectiva de la construcción de vínculos posteriores; o condicionante del lado irracional de nuestra relación e interacción con el entorno. Esto supone pensar en la inocencia como un elemento presente en parte de esta condición, eliminando el estigma de la culpabilidad que no se encuentra más allá de un sistema que actúa como un gran obstáculo en el crecimiento personal y afectivo, pero sin dejar de lado la responsabilidad del individuo en la conciencia y acción de sus actos; y la responsabilidad innegable en los progenitores. 

 

En base a esta ‘condición inocente’ llego al concepto del limbo, que en la cultura popular se conoce como ese espacio entre dos dimensiones o mundos, pero en la teología católica este teologúmeno se trata de un espacio en el que las almas de los infantes no bautizados, pero que no han cometido más pecado que el original, son enviadas. Es decir, almas infantes inocentes. Dando como resultado la necesidad de retornar a nuestra niñez y origen para comprender el espacio del que hablamos y el concepto de vínculo, además de crear redes afectivas seguras a lo largo de nuestra vida. 

 

Esta dimensión entremedia de otras dos la defiendo y concibo como un espacio íntimo por diversas razones. Para comenzar, el vínculo es un espacio creado entre dos y solo dos sujetos del cual solo ellos son enteramente partícipes. Segundo, porque este limbo guarda precisamente vínculos y porque se trata de un espacio que defiende la inocencia en estos puentes vinculantes de las almas entre las que se encuentra. Eso quiere decir que dentro de este espacio se encuentran todos los traumas, inseguridades, deseos, sueños; en resumen, la mente y corazón de cada uno de los sujetos que se abre para hacer crecer un vínculo. O, por el contrario, que se cierran, y el vínculo se rompe. En última instancia, el concepto de persona como casa u hogar es esencial para la concepción de este espacio, puesto que puertas y ventanas se abren al espacio y se crea un vínculo que surge de ellas, es decir, del interior de una casa, por ende, de un ser humano.

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Paula Ramis Sempere

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